El otoño se va haciendo invierno.
Se nota el frio y los días se acortan. Los bonsáis comienzan a perder las hojas, a pararse y a prepararse para los días más fríos.
Al perder las hojas podemos ver al bonsái en esencia. Su color, su corteza, la forma general del árbol, la disposición de las ramas...Es momento de hacernos un esquema general, de hacer el bonsái más sencillo, de reducirlo a lo esencial.
Es hora de ver lo superfluo. Ramas que no son necesarias en el lugar donde están. Es hora de ver, que, tenemos que reestructurar nuestro diseño porque se ha vuelto demasiado farragoso.
Los bonsáis crecen y pierden el espíritu si no se está encima de ellos periódicamente.
Mira tu bonsái, gira y míralo desde todas sus posiciones. Descubre lo que no es necesario.
No quites lo imperfecto. Es lo que hace que tu bonsái sea único. Quita el exceso de ramas que no dejan ver los pisos de verde, quita el exceso de volumen, las puntas demasiado gruesas...
Tenemos que encontrar un equilibrio de mas grueso a mas fino a medida que ascendemos en el bonsái y a medida que vamos desde el interior hacia afuera.
La poda de invierno
El invierno es el momento para la poda estructural. Podemos ver en los caducos su preciosa silueta desnuda de hojas. El bonsái se para, la corteza se endurece y las heridas curan mejor. Aquí es donde damos el primer salto en el diseño de nuestro bonsái. Creamos su esqueleto.
La poda de primavera
Es aquella poda que nos permite dar forma. Refinar las ramas delgadas, quitar hojas que impiden el paso de la luz. Conseguir un bonsái mas delicado.
La poda de verano
Normalmente no suele ser necesaria. Se reduce a podar algún brote excesivamente fuerte que crece vertical.
Saludos cordiales desde Bilbao
Beti Andrés